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Obras imprescindibles

Livia. Ideal de matrona romana

Nº de inventario: 2737

Livia Drusilla Iulia Augusta (58 a.C.-29 d.C.) fue una de las mujeres más poderosas de la antigua Roma. Perteneciente a las familias de los Livii y de los patricios Claudii, contrae matrimonio con su primo, Tiberio Claudio Nerón, en torno al 42 a.C. con quien engendra al futuro emperador Tiberio y a Druso el Mayor. De gran belleza y embarazada en aquel momento de su segundo hijo, Octavio, el futuro emperador Augusto, se habría enamorado de ella. Más allá de las razones afectivas, su unión encierra fundamentalmente motivaciones políticas y alianzas de poder. Así, tras anunciarse sus divorcios respectivos, se casan un día después, convirtiéndose Livia en la tercera esposa de Augusto. Su matrimonio, del que no habrá hijos, habría de durar hasta la muerte de Augusto, 52 años después.

Livia se convertirá en el paradigma de la matrona romana que un célebre epitafio resume así: casta fuit, domum seruauit, lanam fecit (fui casta, me ocupé de la casa y tejí la lana). Sin embargo, más allá de las tareas domésticas, Livia se convierte en la verdadera mano derecha de Augusto, interviniendo directamente en cuestiones políticas y asuntos de Estado. Ya en el 35 a.C., obtiene el derecho a gestionar sus propias finanzas y recibe también una estatua pública, honor jamás alcanzado hasta entonces por una mujer romana.

A lo largo de su dilatada vida, se rodea de su propia clientela y coloca a sus allegados y amigos en puestos estratégicos de poder. A la muerte de Augusto y, tras ir falleciendo los herederos en extrañas circunstancias, consigue que su hijo Tiberio sea proclamado emperador ejerciendo de hecho durante algún tiempo una especie de corregencia junto a él, al serle dirigidas a ambos las distintas misivas en las que se trataban los asuntos del Imperio. A pesar de ello, las relaciones con su hijo se fueron deteriorando a lo largo de los años. Tiberio nunca pudo perdonar a su madre que le obligase, por razones de Estado, a divorciarse de su mujer Vipsania Agrippina con la que tenía un hijo, Julius Caesar Drusus y a casarse con la hija de Augusto y por lo tanto su hermanastra, Julia. Tras la muerte de Augusto, Tiberio trata de deshacerse paulatinamente de la poderosa influencia de su madre. Calígula llegó a llamar despectivamente a su bisabuela Livia, Ulises con faldas (Ulises stolatus) dando cuenta así de su extraordinaria inteligencia y de su capacidad de manipulación. El desencuentro llegó hasta tal punto que, a su muerte, Tiberio no asistió a sus funerales y se negó a rendirle los honores debidos. Fallecida a los 86 años, a una edad muy avanzada para la época, será enterrada en el mausoleo de Augusto. Años más tarde, será divinizada por su nieto, el emperador Claudio y recibirá el título de Diva Augusta.

A lo largo de su vida orquesta la consolidación de su imagen pública llegando a representar el ideal de madre y esposa hasta llegar a asimilarse a la diosa Juno, mujer de Júpiter y madre de los dioses. Su divinización viene a reforzar el simbolismo que adquieren los julio-claudios, la primera familia imperial romana que, de este modo, adquiere carácter divino. De esta voluntad da buena cuenta nuestra escultura en la que Livia aparece representada bajo la apariencia de una mujer joven cuando en realidad contaba ya 72 años. Se pretende plasmar así la dignidad augustea.

El historiador Tácito quizá sea uno de los autores que mejor resuma la personalidad de esta mujer única en su tiempo: "Pura en sus costumbres como antaño, previsora más allá de lo que parecía permitido a las mujeres de antes, madre imperiosa, esposa complaciente; el carácter idóneo en suma para la política de su marido y a la disimulación de su hijo". (Anales, V, 1)

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