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Obras imprescindibles

Amazonas. La alteridad por excelencia

Nº de inventario: 1999/99/101

La cara principal de este vaso - que servía para mezclar el agua y el vino en el banquete griego- está decorada con una escena de Amazonomaquia, es decir, el enfrentamiento mítico entre griegos y amazonas. El pintor ha representado el momento en el que el guerrero griego clava su lanza en el hombro de una amazona montada a caballo. Una segunda amazona, armada también con lanza y con una pelta, escudo en forma de media luna característico de los pueblos orientales, parece acudir en ayuda de su compañera. Los tres personajes aparecen identificados mediante inscripciones, de las que sólo se conservan completas las de los personajes principales: DEINOMACHOS, "El terrible combatiente" y NIKOMACHE "La vencedora en combate".

En la antigüedad griega, donde el varón se erige en medida de todo frente a sus contrarios (mujer, animal y bárbaro) a los que es preciso dominar, las Amazonas encarnan el contramodelo mítico por excelencia ya que son mujeres, se perciben como animales sin domesticar, al no haber pasado por el yugo del matrimonio y son extranjeras, puesto que su reino se ubicaba en el Mar Negro, en el extremo más oriental del mundo conocido.

Antítesis por excelencia del varón griego que las concibe y articula son sus más extraordinarias adversarias y, por lo tanto, construidas a su medida. No en vano serán sistemáticamente derrotadas por sus más gloriosos héroes: Heracles, Aquiles o Teseo no sin que estos antes se hubiesen enamorado perdidamente de sus rivales. Eros y Thanatos, Amor y Muerte, se darán continuamente la mano en el mito griego de las Amazonas. Este tema que surge en la iconografía griega en torno al 700 a.C. será uno de los más representados en la cerámica de época arcaica y clásica.

Aunque nacidas del mito, estas asombrosas mujeres pueblan el imaginario colectivo de la creación europea desde hace cerca de tres mil años y todo ello sin perder un ápice de su capacidad evocadora; quizá porque siempre se han debatido entre la realidad histórica y la literaria. Baste pensar en la Pentesilea del Roman de Troie, en las amazonas reales que el dominico Gaspar de Carvajal aseguraba haber visto en la expedición de Orellana, en 1542 y que darán su nombre definitivo al río, o en las que habría descubierto en Dahomey, en 1863, el oficial del ejército de las Indias, Richard Francis Burton. Sinónimo de mujer fuerte, a partir del siglo XVIII, el término amazona servirá para designar a gobernantes como Catalina II de Rusia o se utilizará en el marco de las reivindicaciones feministas del primer tercio del siglo XX, como lo harán Rénée Vivien o Nathalie Barney donde la amazona se convertirá en el símbolo de una feminidad iconoclasta. Las Amazonas han sido siempre útiles para pensar, no solo la mujer sino "lo Otro", aquello que evoluciona fuera de la norma.

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